¿Te das cuenta de lo que digo? Si tu personaje no explica con su comportamiento el estado de la cultura, tu personaje es fallido.
Por eso insisto en que una biografía de personaje tiene la obligación de incorporar las condiciones generales de la cultura tanto del personaje que estás inventando como de tu propia cultura e idiosincracia. No hay de otra.
La primera porque es el contexto que le estás creando, sea el siglo XII o los tiempos de Nacubonodosor. Le otorga contenido, estructura y estilo. La segunda (la tuya) porque actualiza el discurso del personaje: lo sitúa en la zona moral que te interesa poner sobre el tapete. Esto aplica para el cine de autor tanto como para la televisión más comercial (es el insondable abismo entre la telenovela mexicana y la brasileña).
La biografía de un personaje tiene, a mi juicio, dos paradas inexcusables: la infancia y la sexualidad. Ambas tan imbricadas que no pueden siquiera esbozarse de maneras separadas.
El tiempo que un niño fué amamantado genera condiciones de comportamiento tan predecibles, que aunque no se incorporen a la biografía del personaje uno lo tiene (y mantiene) en sus pensamientos mientras escribe.
Es justamente en este punto en que se generan las relaciones de dependencias que terminan perfilando al individuo. Dependencia emocional por supuesto. Puedes ser narcodependiente, sexodependiente, aburridodepediente (esa acabo de inventarla), puedes declarar la supeditación que se te antoje -aún como una enfermedad; aunque esto es en sí una falacia: la enfermedad es falta de balance sea de comportamiento individual o social. Ahora bien, debajo de toda dependencia, si esto es posible, existe una matriz de comportamiento que no es otra cosa que subordinación emocional. Lo cual me conduce inexorablemente al sustrato más importante de la conducta humana: la sexualidad.
Un medio extremadamente regulado de la conducta sexual conduce inexorablemente a la dependencia emocional que es la madre de todas las disfunciones, lo siento. (Esta idea es básica para comprender la supervivencia de la Revolución Cubana).
Cuando esa curiosidad infantil sobre su propia naturaleza es suprimida, los mecanismos de placer comienzan a enmascararse con actividades extrañas al cuerpo que, dicho sea de paso, es el primer territorio de investigación y experimentación de la "realidad física". En un niño reprimido hay un monstruo en ciernes. Todos somos monstruos manifestados en la figura de la genialidad artística o criminal.
En un terreno neutro de discusión, esos son extremos anudados sobre sobre la misma condición primaria (la de la represión sexual), extendidos en planos sociales disímiles: Un niño castrado en su sexualidad desplegará una suerte de rencor en forma de castigo hacia los demás sea como "niño genio" que humilla a su madre abiertamente después de una presentación pública, sea como "niño de la calle" que comete su primer crimen a una edad inconcebible. Estoy tomando como referencias casos reales.
En el ámbito de la construcción del personaje, estas conductas se encuentran justificadas por las condiciones que establecemos en la infancia de este. Por eso nunca pienso en términos de "perfil del personaje" sino en términos de "biografía de personaje". Me gusta establecer por lo menos tres capas de construcción de "su" carácter. Bueno esto es un poco más de tela por donde cortar y no me interesa detenerme en ello.
Las castraciones tempranas conducen a un niño a una idea pervertida de la sexualidad. En las sociedades citadinas no es nada extraño, contra sus "bien instituidas creencias", que una muchacha que apenas expande curvas, se embarace con la primera escaramuza sexual. Afrontan su primer contacto con miedo y malicia (un par de oscuras sombras que hacen más opaca su relación con el mundo). Sin mejores advertencias que la de la abstinencia -tamaña ingenuidad de la educación contemporánea-, se contentan con una migaja de placer que les dejará una pátina blanquecina antes de que acabe el primer beso y la convicción de que la vida es un malogrado suspiro.
Es un mundo de malcogidos, si se me permite la expresión, hijos de malas cogidas. Eso explica por mucho nuestros comportamientos habituales. Para la gran mayoría de nosotros el mundo es algo frustrante, extremadamente regulado por fuerzas que no llegamos a comprender.
Aquí es donde se pone interesante: Uno como escritor es el Dios Creador de Todas las Cosas de nuestros personajes. Uno establece las leyes de este mundo donde los personajes adquirirán su propia corporeidad.
Es justamente en este punto en que se generan las relaciones de dependencias que terminan perfilando al individuo. Dependencia emocional por supuesto. Puedes ser narcodependiente, sexodependiente, aburridodepediente (esa acabo de inventarla), puedes declarar la supeditación que se te antoje -aún como una enfermedad; aunque esto es en sí una falacia: la enfermedad es falta de balance sea de comportamiento individual o social. Ahora bien, debajo de toda dependencia, si esto es posible, existe una matriz de comportamiento que no es otra cosa que subordinación emocional. Lo cual me conduce inexorablemente al sustrato más importante de la conducta humana: la sexualidad.
Un medio extremadamente regulado de la conducta sexual conduce inexorablemente a la dependencia emocional que es la madre de todas las disfunciones, lo siento. (Esta idea es básica para comprender la supervivencia de la Revolución Cubana).
Cuando esa curiosidad infantil sobre su propia naturaleza es suprimida, los mecanismos de placer comienzan a enmascararse con actividades extrañas al cuerpo que, dicho sea de paso, es el primer territorio de investigación y experimentación de la "realidad física". En un niño reprimido hay un monstruo en ciernes. Todos somos monstruos manifestados en la figura de la genialidad artística o criminal.
En un terreno neutro de discusión, esos son extremos anudados sobre sobre la misma condición primaria (la de la represión sexual), extendidos en planos sociales disímiles: Un niño castrado en su sexualidad desplegará una suerte de rencor en forma de castigo hacia los demás sea como "niño genio" que humilla a su madre abiertamente después de una presentación pública, sea como "niño de la calle" que comete su primer crimen a una edad inconcebible. Estoy tomando como referencias casos reales.
En el ámbito de la construcción del personaje, estas conductas se encuentran justificadas por las condiciones que establecemos en la infancia de este. Por eso nunca pienso en términos de "perfil del personaje" sino en términos de "biografía de personaje". Me gusta establecer por lo menos tres capas de construcción de "su" carácter. Bueno esto es un poco más de tela por donde cortar y no me interesa detenerme en ello.
Las castraciones tempranas conducen a un niño a una idea pervertida de la sexualidad. En las sociedades citadinas no es nada extraño, contra sus "bien instituidas creencias", que una muchacha que apenas expande curvas, se embarace con la primera escaramuza sexual. Afrontan su primer contacto con miedo y malicia (un par de oscuras sombras que hacen más opaca su relación con el mundo). Sin mejores advertencias que la de la abstinencia -tamaña ingenuidad de la educación contemporánea-, se contentan con una migaja de placer que les dejará una pátina blanquecina antes de que acabe el primer beso y la convicción de que la vida es un malogrado suspiro.
Es un mundo de malcogidos, si se me permite la expresión, hijos de malas cogidas. Eso explica por mucho nuestros comportamientos habituales. Para la gran mayoría de nosotros el mundo es algo frustrante, extremadamente regulado por fuerzas que no llegamos a comprender.
Aquí es donde se pone interesante: Uno como escritor es el Dios Creador de Todas las Cosas de nuestros personajes. Uno establece las leyes de este mundo donde los personajes adquirirán su propia corporeidad.
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