El personaje, igual que el individuo corriente, es su circunstancia. No hay mejor lección que la vida propia para entender esto. El individuo, lo que lo individualiza y hace único, es la manera en que responde a sus circunstancias, lo cual a su vez ha sido propiciado por anteriores circunstancias. En esto hay un ritmo apenas comprensible y una ley. Quiero nombrala como Ley de la Periodicidad, una ley que explicaría por qué un individuo cada cierto número de meses o de años agota un cierto cúmulo de posibilidades. Esto como expresión mayor de micro períodos sicológicos que pueden durar meses, semanas, minutos o segundos antes de que se produzca un cambio de comportamiento, una variación menor que presupone un cambio vital.
Me inquieta asuminr la idea de que efectivamente uno se comporta como un dios menor cuando establece a su personaje los parámetros de relaciones con otros personajes y las condiciones geneales y, peor, particulares de su actuación. Podría derivarse de esto -por analogía, por derivación lógica o porque a alguien le enseñaron que la Creación es un hecho universal- que el escritor reproduce en definitiva con un millón de millones menos de grados de libertad, el comportamiento divino. Lo cual es una propuesta de dudosa obviedad si se considera que la idea de Dios entra razonablemente en la condición circunstancial de toda creencia.
Por eso, cuando un personaje es construido en sus meras bases -su infancia, su relación biológica con sus progenitores, su entorno inmediato, luego mediatizado por la escuela y por la sociedad circunscrita a una cultura y eventualmente a una ideología- el personaje se convierte en algo denso, consistente y casi dolorosamente coherente. Un personaje así construido adquiere una conducta que escapa de la ideología y las prerrogativas del escritor ya que no puede funcionar de acuerdo a esas CONDICIONES INICIALES.
Hay algo de fatalismo en un personaje como fatal es el individuo corriente que una y tra vez se enfrenta aún a cuyuturas disímiles, con las mismas engañosas ideas y vanos comportamientos. Hay mucho de programación social en esto y, lo siento, muy poco de divino.
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